Los recientes datos del EMAE proporcionados por el INDEC hasta octubre de 2024 arrojan un panorama complejo para la economía argentina. Según estas cifras, la variación del PBI se estima en torno al -2,5% en 2024.

Sin embargo, este número adquiere matices significativos cuando se analiza en detalle: excluyendo el impacto de la recuperación agrícola esperada en 2024, la contracción económica sería mucho más severa, alcanzando el -6,0% en comparación con 2023.

Esta diferencia destaca cómo el desempeño negativo de sectores clave como la construcción, la industria, las PYMEs y el comercio, todos grandes generadores de empleo, se diluye en el promedio global.

A medida que comienza 2025, el análisis de la trayectoria económica reciente muestra una continuidad preocupante de las tendencias observadas desde 2012.

A pesar de las promesas del gobierno de Javier Milei de romper con este ciclo y ofrecer un crecimiento sostenido del PBI de 5,0% anual durante los próximos tres años, los desafíos estructurales siguen siendo profundos.

Incluso bajo un escenario optimista de crecimiento positivo, el PBI per cápita proyectado para 2027 se mantendría por debajo de los niveles de 2017 y años anteriores, reflejando un estancamiento prolongado en la generación de riqueza.

El Gobierno enfrenta el desafío de demostrar que su programa económico puede traducirse en resultados tangibles y sostenibles. 

Sin embargo, las políticas actuales parecen priorizar logros de corto plazo, como la contención artificial del tipo de cambio y la inflación, a expensas de resolver los problemas de fondo, como la baja productividad, la escasa inversión y las limitaciones estructurales del Estado.

Esta estrategia puede llevar a un rebote económico efímero, seguido de nuevas crisis de sostenibilidad.

Además, la creciente fragmentación social y la escalada de confrontaciones políticas y económicas complican aún más el panorama.

Una sociedad más segmentada y violenta demanda mayores controles y gasto público, elementos que son antagónicos al enfoque de reducción estatal que el Gobierno intenta implementar. 

La falta de un entorno de cooperación y estabilidad dificulta la inversión y la actividad económica, factores esenciales para cualquier programa de crecimiento sostenible.

En este contexto, el riesgo de una nueva devaluación y una aceleración inflacionaria en el mediano plazo no puede ser descartado.

Si bien un acuerdo con el FMI y el ingreso de capital fresco podrían brindar cierto alivio en 2025, la viabilidad del programa económico dependerá en última instancia de su capacidad para generar confianza y atraer inversiones genuinas.

La historia reciente de la economía argentina enseña que los rebotes económicos tras contracciones severas han sido frecuentes, pero generalmente seguidos por nuevas recaídas.

Sin cambios estructurales profundos y sostenibles, el panorama actual sugiere que el camino hacia un crecimiento duradero sigue siendo esquivo.

El Gobierno enfrenta un reto monumental: transformar promesas en realidades y superar las limitaciones que han frenado al país durante más de una década.

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