El actual Gobierno supo vender muy bien la idea de que logrará domar la inflación "para siempre", prometiendo un descenso sostenido y permanente en los próximos años.

Tras 22 años de inflación persistente y en aumento, muchos argentinos desean creer que esta vez será diferente. Sin embargo, las aspiraciones y la realidad económica pueden ser dos cosas distintas.

La inflación es, fundamentalmente, un fenómeno monetario. Ocurre cuando la producción de dinero supera consistentemente a la de bienes y servicios, resultando en una pérdida de poder adquisitivo del dinero.

Aquí es donde surgen las dudas sobre la capacidad del Gobierno para cumplir su promesa.

El Índice de Precios al Consumidor (IPC) del INDEC, que es la medida más comúnmente utilizada para estimar la inflación, tiene sus limitaciones.

Está basado en una canasta de consumo que podría estar desactualizada y no reflejar fielmente el patrón de consumo actual de los argentinos, especialmente en un contexto de creciente pobreza.

El problema radica en que esta canasta subestima la inflación real que enfrentan los consumidores.

Por ejemplo, el gasto en vivienda, transporte y salud, que tiende a aumentar en tiempos de crisis, podría estar siendo infravalorado en las estimaciones oficiales, lo que sugiere que la inflación real podría ser mayor que la reportada.

Esta distorsión se refleja en que, durante el gobierno de Milei, la inflación en estos sectores ha superado significativamente la inflación general acumulada.

Además, la diferencia entre la inflación "núcleo" (que excluye elementos volátiles como alimentos y energía) y la inflación general es mínima, lo que indica que la inflación subyacente sigue siendo alta y difícil de reducir.

La historia reciente nos muestra que, para que la inflación general disminuya de manera sostenida, primero debe bajar la inflación núcleo, algo que parece poco probable en el corto plazo.

Otro desafío es la inflación en dólares, que ha aumentado significativamente.

Este aumento es insostenible y podría indicar que el programa económico actual es inconsistente a mediano y largo plazo, aumentando el riesgo de un salto en el dólar paralelo, una ampliación de la brecha cambiaria y una eventual aceleración de la inflación.

En resumen, aunque el gobierno de Milei pretende generar optimismo con su promesa de domar la inflación, las estadísticas y la realidad económica sugieren que este optimismo podría ser prematuro.

La baja actual en la inflación podría ser solo transitoria, con un futuro que posiblemente implique una inflación más alta, una mayor brecha cambiaria y una trayectoria inflacionaria en forma de "U".

Veremos en los próximos meses si el BCRA logra acumular reservas, sostener el superávit fiscal y de balanza de pagos, y sobre qué medidas adoptará a partir del 23 de diciembre cuando por Ley se caiga definitivamente el Impuesto País.

*Por Marcelo Trovato, manager de Pronóstico Bursátil

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