La educación enfrenta el desafío de la irrupción de la inteligencia artificial (IA), una conversación que resuena tanto en Argentina como en el mundo. La pregunta que domina los debates hoy es: ¿cómo hacemos para tenerla de aliada, de asistente, y no de amenaza o enemiga?

Los sistemas de IA son programas diseñados para simular procesos cognitivos humanos como el aprendizaje, la toma de decisiones y el procesamiento del lenguaje natural.

Estos sistemas pueden analizar grandes cantidades de datos, identificar patrones y generar respuestas o soluciones a problemas.

Entre ellos, los modelos GPT (Generative Pretrained Transformer) han revolucionado la IA generativa, siendo ampliamente utilizados para generar texto coherente, traducir idiomas y responder preguntas, entre otras tareas.

Desde noviembre de 2022, hemos presenciado una evolución notable en las versiones de IA generativa.

Empresas como OpenAI, Google, Anthropic y Meta han lanzado modelos cada vez más potentes y rápidos, como GPT-4 y Bard entre otros, demostrando un constante avance en esta área.

Estos modelos están disponibles en versiones gratuitas, facilitando las tareas cotidianas de muchas personas, y en versiones pagas con funcionalidades avanzadas para potenciar su uso.

Sin embargo, en el ámbito de las organizaciones y entidades educativas, no basta con utilizar una IA potente que procese grandes cantidades de documentos y archivos.

Es crucial contar con colaboradores dedicados a aprender sobre estas herramientas, analizar objetivos estratégicos, evaluar cuándo y cómo implementarlas y crear una "capa intermedia" de desarrollo que adapte la IA a las necesidades específicas de la institución.

Esta capa intermedia, desarrollada por especialistas, se convierte en el verdadero diferencial competitivo de cada organización.

¿Por qué es importante desarrollar esta "capa intermedia"? Porque nos encontramos frente a una IA que, si bien es capaz de procesar grandes volúmenes de información, sin ciertas precisiones no proporciona ventajas competitivas reales.

Cada organización tiene un ADN único, su manera específica de actuar y comunicarse, y esta identidad debe imprimirse en la IA mediante sistemas diseñados para cumplir con sus necesidades específicas, no solo con lo que las empresas desarrolladoras han prediseñado.

Cada organización tiene también, un público específico, que puede contar con el conocimiento y formación necesarios para el uso de estas nuevas herramientas, o puede requerir cierto acompañamiento para poder incorporarlo.

Estas capas intermedias son las que pueden servir a modo de "mentores" que permitan "traducir" los nuevos saberes y acercarlos de manera más asequible para quienes deben incorporarlos, asegurando así una adaptación más asertiva.

En otras palabras, un modelo de IA generativa que oficie de primera fuente de ayuda y acompañamiento para aquellos que quieran, por ejemplo, buscan reconvertirse e insertarse en la industria tecnológica.

¿Qué debemos tener en cuenta entonces en base a la experiencia de los últimos avances?

En los próximos tiempos, seremos parte de discusiones teóricas y prácticas sobre dónde y cómo es correcto utilizar la IA.

Desde la perspectiva de los tecnólogos, no es una cuestión de ética porque esa discusión ya está zanjada: ninguna IA puede reemplazar a una persona en sus estadios actuales de evolución, y aunque la tecnología lo permitiera, éticamente no deberíamos utilizarla con ese fin.

Siempre hay que resolver su objetivo de implementación desde la mirada de la tecnología como potenciador del ser humano.

La adopción de IA en la educación no es solo una tendencia; es una necesidad. Potenciar la educación con IA no solo mejorará la personalización y efectividad del aprendizaje, sino que también reducirá la deserción y proporcionará una diferencia competitiva crucial en un mundo cada vez más digital.

*Por Florencia Nicolet, presidenta del Comité de Tecnología de Fundación FLOR, Co-Fundadora de SeniorITty y de Witlix, y Gerente de Innovación en MEDICUS

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